El fuego

Me rendí

en el movimiento sentimental,

cubierta en llagas,

llanto

y lúgubre insomnio

presagio de un final

reviví tu inaudita ambigüedad

ni aquí ni allá

de la que huí,

incendio, tremendo incendio:

recurso de la soledad, respuesta a la superioridad,

ésa que predicas con amor,

y el mío, vasto, te ahuyentó.

Emigré en desgarre,

el fuego, el fuego, el fuego,

la terca búsqueda del sosiego,

¡piedad!

porque nadie desea las llamas ni los aullidos

y se lleva todo, todo consigo.

Me rindo fuera del hervidero,

regreso y me permito rabia,

habito en una tierra infértil

de un padre que se repite,

que se burla del coraje ciego, 

de la incomprensión ante la mesura,

extinguirse

por que no hay hombres solo espejos

no figuro en tu ejemplar silencio,

que transita por encima de la piel,

esta mía que apesta vulnerable,

que no aprendió a comportarse,

pobre

pabilo,

negro, pabilo

 

termino en velas de un altar para nadie,

al final,

el absoluto terror a morir.